A pocas semanas de cerrar el año 2023 podemos echar la vista atrás, hacer balance de todo lo aprendido de los precursores de la transformación digital y aplicar esos aprendizajes a la próxima década. En cierto modo, como decía Peter Thiel en el libro ‘De cero a uno’ (en inglés, ‘Zero to One’), a veces es mejor no ser el primero, sino aprender de éste.
Las primeras organizaciones en iniciar un proceso de transformación digital fueron las grandes empresas de sectores muy dependientes de la eficiencia de sus operaciones -banca, industria automovilística, industria textil…-, para entender después que la digitalización tiene que ver no solo con hacer las cosas mejor, sino también con hacer cosas diferentes. Existen nuevas maneras de dirigirse a un cliente, incluso nuevos tipos de clientes que la digitalización puede acercar a los negocios.
Paradójicamente, implementar la tecnología es lo más fácil. La mayor dificultad de la transformación digital estriba en estructurar la compañía, incluyendo su cultura e inercias, para sacar el mejor partido de las herramientas digitales a su alcance. Por eso, la primera lección que extrajeron aquellas grandes empresas fue que, sin el apoyo expreso del Comité de Dirección, los proyectos de transformación no fructificarían. En la práctica, en muchas ocasiones, la o las personas encargadas de llevar a cabo el proceso no contaban con la autoridad suficiente para impulsar internamente cambios que necesariamente afectaban a otros departamentos de la compañía.
«Paradójicamente, implementar la tecnología es lo más fácil»
La segunda lección fue que el personal de Negocio y de IT tenían que aprender a entenderse. De nuevo, las consultoras tecnológicas, como las que representamos en DigitalES, a menudo se encuentran con escollos que tienen mucho más que ver con lo humano que con lo técnico.
Aprendimos después a embeber la digitalización en el plan estratégico de las empresas. Ya no habría una estrategia corporativa digital y una estrategia general, sino que esta última integraría la tecnología de manera transversal. De este modo, el marketing, la comunicación, la gestión de personas, incluso los procesos de Compras y Ventas, encuentran en las herramientas digitales
palancas para hacer su trabajo mejor y diferente.
«Hemos aprendido a embeber la digitalización en el plan estratégico de las empresas»
A continuación, comenzamos a vislumbrar experiencias exitosas de innovación abierta, que pudieran ser monetizadas o integradas en la organización. Hoy en día, los programas de innovación abierta se orquestan en base a una serie de objetivos de negocio, más o menos cuantificables, y pueden combinar la búsqueda de nuevas ideas tanto dentro como fuera de la empresa. En este sentido, los retos de intraemprendimiento y las iniciativas de mentorización por parte de profesionales pueden mejorar de forma tangible la satisfacción de los empleados -y, por consiguiente, los ratios de retención de talento-.
Hemos aprendido a confiar en las herramientas cloud, a escoger entre los modelos de pago que mejor encajen en nuestro balance y a exigir de todas estas herramientas cierto grado de interoperabilidad con otros fabricantes. Por último, hemos aprendido que no siempre la marca más grande, o con más años de experiencia a sus espaldas, es la que presta un mejor servicio. Hemos aprendido a ser inconformistas, en el mejor sentido de la palabra.
«Podemos ambicionar una digitalización que no amplifique las desigualdades»
Entonces llegó el Covid, que precipitó el cambio digital. Y, como respuesta a la crisis derivada por esta pandemia, la Unión Europea desplegó un Plan de Recuperación que desplegará inversiones sin precedentes para proyectos de transformación digital. El mecanismo Next Generation, máxima expresión de solidaridad de los países europeos del norte hacia los del sur, representa una oportunidad histórica para ofrecer a empresas y ciudadanos en España los incentivos necesarios para emprender su viaje hacia la digitalización.
Las lecciones que nos quedan por aprender son probablemente las más complejas, en tanto avanzamos por caminos intransitados. Ineludiblemente, la profundidad del cambio digital y la velocidad con la que impacta sobre nuestras realidades genera gran incertidumbre. Ahora bien, aunque nadie puede predecir con exactitud cómo será nuestro entorno dentro de diez años, sí que podemos sentar las bases para que ese futuro se construya sobre valores de equidad y accesibilidad.
Podemos ambicionar una digitalización que no amplifique las desigualdades, sino que, por el contrario, sea una fuente igualitaria de nuevas oportunidades. Para hacerlo posible, podemos valernos de la hoja de ruta que marca la Comisión Europea para esta década, por la que el 80% de la población deberá contar con capacidades digitales básicas, más del 90% de las pymes deberán haber iniciado su transformación digital, y al menos el 75% de las empresas utilizará el cloud, la inteligencia artificial y el big data.
Dentro de otros diez años, en el vigésimo aniversario de esta publicación, echaremos nuevamente la vista atrás. Si aprovechamos la oportunidad a nuestro alcance, sin desviarnos de los objetivos establecidos por la UE, los nuevos aprendizajes de años precedentes tendrán que ver con la construcción de sociedades más prósperas, a través de la digitalización. Parafraseando una vez más a Peter Thiel, “el éxito nunca es accidental: el triunfo se debe al esfuerzo y a una visión a largo plazo definida».
VÍCTOR CALVO-SOTELO
Director General DigitalES
Tribuna publicada en el especial Innovaspain por su 10 Aniversario.
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