Con una planta pionera en Campillos y más de veinte proyectos en marcha, AGR Biogás lidera la transición energética española desde Sevilla transformando desechos en biometano y fertilizante
Son las nueve de la mañana en las oficinas de AGR Biogás, una empresa que se ha convertido en pionera en la producción de biogás industrial en Andalucía. La luz entra a raudales por las amplias ventanas de sus instalaciones en las Torres de Nuevo Torneo, Sevilla, donde se respira un ambiente distendido. Los diecisiete empleados de la compañía comparten un espacio de trabajo basado en el equilibrio “entre la eficiencia y el bienestar personal”. Sin embargo, para entender la relevancia de AGR Biogás, hay que remontarse a su inicio, a una historia que mezcla tenacidad, visión y desafíos inesperados.
La aventura comenzó en 2018, aunque las raíces del proyecto se habían gestado mucho antes. David Piñero, director general, ya llevaba años explorando la posibilidad de producir biogás en una región donde la tecnología era prácticamente desconocida. “En Europa, las plantas de biogás son comunes, pero en España no existían”, recuerda Piñero. Así, tras muchas idas y venidas, el equipo de AGR Biogás logró construir la primera planta de biogás en Campillos, Málaga. Lo que parecía un sueño lejano, pronto se convirtió en realidad: una instalación que procesa residuos agrícolas, ganaderos y agroindustriales para transformarlos en energía renovable que llega a las industrias y las casas en forma de gas, y fertilizantes orgánicos.
Los primeros pasos no fueron fáciles. Piñero y su equipo se encontraron con obstáculos que parecían insuperables. Aún no eran AGR pero en 2012, tras haber avanzado con varios proyectos en marcha, la moratoria sobre las energías renovables en España congeló todas las inversiones. “Nos quedamos con las manos vacías”, admite Piñero. Lo que para muchos habría sido el fin de la historia, fue para AGR Biogás un momento de reinvención. Decidieron rediseñar el proyecto, esta vez buscando vender el biogás directamente a las industrias locales en lugar de a la red eléctrica. “Era o eso, o dejarlo todo”, rememora Piñero, con la mirada firme de a quien no le ha quedado otra que reinventarse.