«El teletrabajo puede salvar pueblos pequeños y despoblados»

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Desde 2020, la asociación Rooral impulsa el teletrabajo en pueblos de la provincia de Málaga, como Benarrabá, en la Serranía de Ronda. Su impulsor, Juan Barbed, busca integrar a los teletrabajadores en la vida local, ayudando a combatir la despoblación y revalorizando el entorno rural.

Pregunta: Brevemente, ¿en qué consiste Rooral?

Juan Barbed: Hacemos de cupido entre personas que teletrabajan y pueblos donde pueden hacerlo y convivir.

P.: ¿Cuándo creasteis este proyecto?
J.B.: En 2020.

P.: ¿Quiénes y por qué lo creasteis?

J.B.: La idea original fue mía, pero lo fundé junto a una socia que dejó el proyecto hace año y medio. Fue gracias a ella que me animé a lanzarlo. Yo llevaba tiempo dándole vueltas, pero no me atrevía. Emprender acompañado siempre es mejor, sin duda.

P.: Os llamáis Asociación Rooral, ¿eso significa que es una actividad sin ánimo de lucro?

J.B.: Exactamente. La asociación no tiene ánimo de lucro, aunque sí llevamos a cabo actividades económicas. Nuestro propósito es reducir la brecha urbano-rural, y la estructura sin ánimo de lucro está más alineada con este objetivo. Aunque la gente paga por venir, somos tan rigurosos como una empresa.

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Juan Barbed

P.: ¿Cuál es vuestro modelo de negocio?

J.B: Primero, preparamos los pueblos para acoger a personas teletrabajadoras, que tienen necesidades específicas. Hicimos un gran estudio para identificar los pueblos con los ingredientes adecuados y trabajamos con ellos para asegurar que todo encaja con su visión de desarrollo. No todos los pueblos están interesados en el teletrabajo, pero una vez que seleccionamos los que sí, lanzamos experiencias de teletrabajo. Estas experiencias incluyen alojamiento, espacio de trabajo, limpieza, y actividades para integrarse en la vida local, casi como un «paquete turístico» adaptado al teletrabajo.

P.: ¿Cómo llegan los nómadas a vosotros?

J.B: Trabajamos en pueblos pequeños, con menos de 500 habitantes en áreas despobladas y remotas. No son destinos turísticos, así que la principal forma de llegar a ellos es a través de Internet. Estamos muy presentes en redes sociales y colaboramos con otros espacios de coliving en España y Europa. También la prensa internacional nos ayuda, porque muchos de nuestros participantes vienen de fuera, ya que encuentran más atractivo nuestro proyecto.

P.: ¿Cuánto tiempo suelen quedarse los nómadas?

J.B.: De media, entre tres semanas y un mes. La estancia mínima es de dos semanas, porque buscamos un turismo más relacional que transaccional. Queremos que la gente tenga tiempo para conocer el pueblo, construir lazos y dejar una huella más significativa.

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P.: ¿Alguna vez alguien se ha quedado de forma permanente?

J.B: Sí, ha ocurrido. No buscamos que la gente «se case» con el primer pueblo que visita, pero sí que prueben la experiencia de vivir y teletrabajar en el entorno rural. Después, muchos se quedan más tiempo o vuelven en temporadas más largas, y esperamos que, a medio y largo plazo, más personas decidan establecerse de manera definitiva.

P.: ¿Nómadas o teletrabajadores?

J.B.: Preferimos el término «teletrabajadores». No todos son nómadas digitales. Por ejemplo, tuvimos a una chica de Nueva York que vino a teletrabajar al pueblo. No es solo para gente que viaja continuamente; es un perfil más amplio.

P.: Vosotros sois una organización nacional. ¿Por qué eliges Málaga, siendo de Bilbao?

J.B: Todo surgió de una experiencia personal. Tras la muerte de mi abuela, volví a su pueblo y me impresionó cómo la comunidad rural transformó nuestro dolor en celebración. Me di cuenta de que las grandes lecciones de humanidad vienen del mundo rural. Vi que la España rural tenía un gran valor que ofrecer, especialmente frente a otros destinos de teletrabajo como Bali o la Riviera Maya. En el País Vasco no hay tanta despoblación, pero en otras zonas de España, como Teruel o La Rioja, sí, así que decidimos enfocar nuestros esfuerzos donde más se necesita. Así llegamos a Benarrabá, en la Serranía de Ronda, un pueblo con un alcalde muy activo y una comunidad acogedora. Nos mudamos aquí en abril de este año.

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P.: En estos cuatro años, ¿necesitasteis mucha inversión inicial?

J.B.: La inversión fue más de tiempo que de dinero. Hubo mucho trabajo previo para alinear los pueblos y los aliados. No tuvimos financiación externa hasta el año pasado, porque queríamos crecer de manera orgánica. Ahora estamos cerca de la sostenibilidad. Una vez que tienes los destinos trabajados, la gente paga por venir, pero los primeros años son de mucho esfuerzo sin compensación inmediata.

P.: ¿Cuántos sois en la empresa?

J.B.: Somos cinco personas en el equipo principal y contamos con un consejo asesor. También tenemos el «equipo extendido», que incluye a los pueblos con los que trabajamos.

P.: ¿Recibís ayudas públicas?

J.B.: Pensábamos que habría más apoyos al principio, pero no fue así. Lo que proponíamos era algo nuevo y no probado, por lo que no logramos acceder a ayudas en un inicio. Ahora, tras tres o cuatro años de trabajo, hemos recibido una subvención pequeña del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, y parece que las autoridades empiezan a reconocer la importancia del teletrabajo para revitalizar los pueblos.

P.: Recientemente ganasteis el segundo premio en la Impact Social Cup. ¿Qué creéis que valoraron para daros este reconocimiento?

J.B.: Fue una sorpresa, ya que competíamos con más de 200 proyectos y el jurado venía del mundo de las startups. Nos dijeron que lo que hacemos es extremadamente necesario y que estamos innovando. Uno de los jurados me comentó: «Soy de pueblo, y sé que lo que hacéis es vital». Eso me impactó.

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P.: ¿Cuáles son vuestros planes de futuro?

J.B.: A corto plazo, queremos consolidar el proyecto en Benarrabá, asegurarnos de que es sostenible, y luego replicar el modelo en otros pueblos en áreas despobladas de España. Tenemos varios pueblos interesados, pero queremos hacerlo bien, con los apoyos adecuados.

P.: Tras haber vivido en Bangkok y Nueva York, ¿cómo ha sido adaptarte a Benarrabá?

J.B.: (Ríe) Es un contraste, sin duda. Mi pareja es tailandesa y me acompaña en todas estas aventuras. Aunque al principio fue chocante para ella, ahora está encantada con el pueblo, la comida y la cercanía a la naturaleza. Alternamos entre Tailandia y España, pero cada vez pasamos más tiempo en el pueblo. Para mí, el «festival» ahora es la ciudad, antes era al revés.

P.: ¿De qué nacionalidades son los teletrabajadores que acogéis?

J.B.: Principalmente vienen de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido, pero hemos recibido personas de más de 25 países, incluso de Corea y México.

P.: Así que ahora Benarrabá tiene embajadores por todo el mundo.

J.B.: ¡Exacto! Es curioso, porque muchos malagueños ni siquiera conocen este pueblo, pero personas de otros países vienen, se enamoran de él y se van hablando maravillas.

P.: ¿Trabajáis también con empresas?

J.B.: Sí, organizamos actividades de teambuilding para empresas, basadas en naturaleza, gastronomía y tradiciones locales. Ofrecemos desde jornadas de un día hasta estancias más largas, según lo que necesite la empresa. Las empresas pueden desconectar del ajetreo, trabajar en equipo y fortalecer lazos mientras se conectan con la naturaleza.

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