Así se seca La Viñuela, el embalse que riega el aguacate y el mango de Málaga

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Así se seca La Viñuela, el embalse que riega el aguacate y el mango de Málaga

Sentado a la sombra de un olivo que apenas le protege del sol del mediodía, Andrés Gómez apunta con el dedo adonde no hace tanto tiempo había agua. Por allí ahora merodean sus ovejas. La orilla del embalse queda medio kilómetro más abajo. “Es una pena. El pantano no está hecho para que las ovejas coman”, lamenta. La Viñuela, el más grande en la provincia de Málaga, acaba de caer por debajo del 11% de su capacidad.

La situación del embalse, en La Axarquía malagueña, se acerca a su mínimo histórico. El 31 de octubre de 2008 llegó al 9,2% de su capacidad. Este martes estaba en el 10,65%. Si no hay lluvias abundantes, el 30 de septiembre terminará el año hidrológico perdiendo las dos cifras. “No llueve nada, así que demasiada agua tiene…”, observa el pastor, que lleva veinte de sus 39 años recorriendo su perímetro. Cuenta que la gran tubería para canalizar el agua de los ríos, de un par de metros de diámetro, apenas aporta ahora un chorro. Lo que queda empieza a ser una mezcla fangosa que casi no vale para regar, menos aún para beber.

El embalse, que presta servicio desde 1989, se construyó a lo largo de seis kilómetros del cauce del río Guaro, con aportaciones también de los ríos Salia, Benamargosa, Bermuza, Rubite y algún otro arroyo. Se extiende por unas 500 hectáreas y tiene capacidad para almacenar 170 hectómetros cúbicos. En 2004 alcanzó el 97% de su capacidad, y en 2011 también superó holgadamente el 90%.

“Sus aguas abastecen el riego del sur de La Axarquía, y en caso de necesidad abastecen de agua potable a Málaga capital”, dice un cartel que hoy parece un guiño cruel. En La Viñuela apenas quedan 17,67 hectómetros cúbicos de agua con limo y ahora es necesario bombear agua desde la capital para garantizar el consumo de parte de la población. Mientras, los regantes recurren a pozos, agua depurada y hasta camiones cisterna para regar las miles de hectáreas de mangos y aguacates que han convertido a la zona (que siempre fue de secano) en la gran productora de subtropicales de Europa. 

El pantano está “muerto”, dicen los medios de comunicación. Aunque se ha generalizado la cifra del 11%, es la denominación que reciben cuando el nivel de agua embalsada queda por debajo de su toma más baja. “Pero no hay un porcentaje que se pueda atribuir a todos”, matiza Jesús Vargas, profesor de Geografía Humana de la Universidad de Sevilla y miembro del Observatorio Ciudadano de la Sequía. En cualquier caso, está en las últimas y es muy probable que tenga aún menos agua de la que dicen las cifras oficiales como consecuencia de la colmatación de sedimentos en su fondo.

Por eso, no hay duda de que La Viñuela ya no da para más. Una visita ofrece ejemplos muy gráficos: el pantalán flotante ha quedado varado con sus dos hidropedales en mitad de la tierra cuarteada. Conserva el ancla que un día lo sujetaba a tierra. Cuatro barcas a cien metros de la orilla completan el paisaje. Las dos empresas de deportes acuáticos hace meses que se fueron. “¿Quién va a querer bajar un kilómetro cargando los kayaks?”, se pregunta el pastor.

¿Por qué se secó La Viñuela? Por un lado, porque no entra agua. Apenas se han registrado precipitaciones en octubre de 2021 y en abril, y el acumulado del año hidrológico en la estación de La Viñuela es de 241,4 mm; fue de 344,3 a la misma fecha del año anterior (que ya fue muy seco) y de 433 en la media histórica.

Pero ecologistas y expertos insisten: predecir que habrá sequías es apostar sobre seguro. Los datos de la Red Hidrosur muestran que en 1998, 2005 o 2013 llovió aún menos, “y no llegó a estar así”, recuerda Miguel Ángel Torres, de GENA-Ecologistas en Acción, que apunta: “Hay un sobreconsumo”. Es decir: no solo no entra agua, sino que sale bastante más de la que es sostenible.

Es la diferencia entre sequía y escasez: pese a que los indicadores en muchas zonas de Andalucía no han reflejado la situación de sequía prolongada hasta hace poco, sí alertaban de niveles de alerta y emergencia en la disponibilidad de recursos en algunas “unidades territoriales”, como La Axarquía. “Se habla de sequía, pero en muchos territorios lo que pasa es que consumimos más de lo que tenemos”, confirma el experto de la Universidad de Sevilla. “El clima mediterráneo es de alta variabilidad. Lo que pasó hace 15 años ha vuelto a pasar, pero en este tiempo la población ha aumentado un 25% y el regadío un 40%. Si no se prevé con antelación, se llega a situaciones como las de ahora”.

Hasta julio, cada semana se consumía en torno a un hectómetro cúbico de La Viñuela. A razón de 200 litros por persona y día, en torno al 20% se dedicaba a la población, que desde 2004 ha crecido en un 25%, hasta los 221.000 habitantes, y en verano puede triplicarse en las zonas costeras, donde hay campos de golf y miles de jardines. El resto se lo bebían los subtropicales, un cultivo de alta demanda hídrica: cada kilo de aguacate exige en torno a 700 litros, algo menos el mango.

De esta forma, desde 2011, el embalse fue rebajando su cota, y hace dos años dejó de desembalsar, acabando con el caudal ecológico del río y secando los pozos de la vega, según los ecologistas, que llevan desde 2015 advirtiendo del “colapso hídrico”. Ahora, hay teóricamente 6.400 hectáreas que riegan con agua de La Viñuela, por estar bajo la cota de 140 metros. Pero la propia Junta de Andalucía estima que las hectáreas rondan las 10.000 y los ecologistas suben a casi 13.000, según un trabajo de fotogrametría aérea de 2019.

Los ecologistas denuncian el descontrol en el aprovechamiento del agua, puesto en manos de las comunidades de regantes, unas entidades opacas que gestionan un bien escasísimo. “Un universo paralelo”, dice Torres. Hay 134 comunidades censadas en La Axarquía, de las cuales 64 tienen derecho a agua de La Viñuela, según la Junta de Andalucía.

Desde el 11 de marzo y hasta el 30 de septiembre, cada comunidad ha tenido asignados 1.500 metros cúbicos por hectárea. Una vez superado ese límite, se corta el grifo. Pero las que no pueden regar “en alta” por estar por encima de la cota del embalse obtienen agua de pozos, que luego revenden o bombean a parcelas lejanas. De esta forma, los acuíferos y los pozos se secan, mientras se ven inmensas balsas al 75% de su capacidad y máquinas preparando superficies cultivables a 300 metros sobre el nivel del mar. El resultado es una degradación de todo el sistema.

Los agricultores se sienten señalados. “Es un desastre. Si ahora lo estamos pasando mal, la próxima campaña va a ser caótica: la mayoría de tropicales va a desaparecer”, lamenta José Campos, presidente de la junta central de usuarios del Sur del Guaro, que agrupa a doce comunidades con unos 2.500 regantes. Los productores ya admitían hace dos años que se había plantado en exceso, pero Campos resalta su valor económico: “Esto sacó a la comarca de la recesión. Había trabajo”. Según el Observatorio de Precios y Mercados, en Málaga está el 64% de la superficie cultivada de aguacates, que en la pasada campaña tuvo un valor total de 265 millones de euros (90.000 toneladas). También el 90% de la superficie de mangos, con una producción de 31.915 toneladas y 32,6 millones de euros en 2021. Esa es la economía que ahora peligra.

“Sabemos que la vaca se seca. El pantano ha dado lo que tenía que dar. Hay que hacer un mix con el agua desalada y regenerada”, dice Campos, al tiempo que esgrime que de la sobreexplotación (tanto del embalse como de los acuíferos) también son responsables los ayuntamientos. “A los aguacates se les ha demonizado, cuando la caña de azúcar [un cultivo tradicional en la zona] gastaba mucha más agua”, se defiende. La asignación hasta el 30 de septiembre está cinco veces por debajo de lo que necesitaría el árbol en un año seco, lo que está forzando a los regantes a optimizar para no gastar una gota más que la que el árbol demande.

A falta de soluciones del cielo, los ecologistas piden límites a la expansión del regadío y los regantes piden tecnología y obras. La Junta de Andalucía ha puesto en marcha los pozos del río Chíllar para abastecer a Nerja y bombea unos 260 litros por segundo desde la estación de La Rosaleda (en Málaga capital). Para riego, las EDAR de Vélez-Málaga (5 hm³ anuales), dos de Torrox (1,8 hm³) y Rincón de la Victoria (2,4 hm³) ya realizan tratamiento terciario, pero esta última aún debe conectarse con las canalizaciones para el riego. También se trabaja para habilitar las EDAR de Algarrobo (1 hm³) y Peñón del Cuervo (9 hm³) y unirlas a la red.

Son medidas de emergencia que, en opinión de Vargas, no solucionarán la escasez a medio o largo plazo. “Para adaptar a largo plazo hay que plantearse otro modelo de gestión de los recursos”. Mientras, el embalse de La Viñuela se seca y, muerto o no, ya no tiene agua para aguacates. 

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